21 nov 2011

De nuestros miedos nacen nuestros corajes 

y en nuestras dudas viven nuestras certezas. 

Los sueños anuncian otra realidad posible 

y los delirios otra razón. 

En los extravíos nos esperan hallazgos, 

porque es preciso perderse para volver a encontrarse. 


E.Galeano 

3 nov 2011

Provos


Desde el início de la década de 1960, diferentes movimientos contrarios al orden social convivían en Amsterdam: los Nozems, conocidos como vándalos de los barrios populares alrededor del puerto de la ciudad, uno de los mayores del mundo; jóvenes anarquistas, ansiosos en rebelarse contra algo; los Pleiners, una banda que se vestia de negro y que buscaba en el jazz, en la filosofía y en el arte nuevas formas de ver al mundo, poseyendo un gusto particular por la cultura francesa; además de “toda aquella fauna formada por artistas, exhibicionistas, beatniks, estudiantes que largaban la escuela, marginalizados felices, degustadores de LSD, soñadores, vagabundos y poetas, que desde siempre constituyen el ingrediente básico de toda revolución“

En particular, el movimiento de los “provos” sucedió entre los años 1965 y 1968 en Ámsterdam, Holanda, si bien fue un movimiento relativamente breve cronológicamente hablando, pero se considera unos los pasos previos a Mayo del 68 en Francia, y que a su vez dejo asentando una serie de cuestionamientos y acciones que hoy en día algunos pasan desapercibidos, pero que dejaron una impronta muy fuerte y que se aplican al día a día, como es el caso del programa del gobierno de la ciudad sobre bicing, que consiste en un alquiler de bicicleta como alternativa de transporte urbano, cuyo idea es tomada de uno de los planes blancos que mas abajo se desarrollan brevemente.




“juntamente con los Beatles, Allen Ginsberg y Bob Dylan, los Provos fueron uno de los elementos decisivos de aquella extraña operación de alquimia que, por vuelta de la mitad de los años 60, produjo una deflagración de conciencias“ menciona el escritor, artista, performer  Matteo Guarnaccia  en su libro Provos, (1997)

La denominación de “provo” fue acuñada por el sociólogo holandés Buikhuizen que funcionó bajo el lema “provoquemos reacciones violentas entre la clase gobernante con acciones no violentas”.
Bajo esta etiqueta se trataba de agrupar a una serie de distintos estractos sociales y condiciones socio-economicas distintas, con ganas de provocar al sistema mediante una genial combinación de humor absurdo y agresividad “no-violenta”.
Los provos fueron los creadores de los primeros happenings,  fueron una contracultura que atacaban las estructuras sociales del Estado. Convencidos de que los actos revolucionarios no podrían tener éxito por culpa del conservadurismo y por la rigidez del pensamiento político, los provos se propusieron, al menos, despertar a la sociedad con preguntas y sentido del humor.

Desarrollaron los llamados planes blancos, sin dudas uno de los mas conocidos es el de las bicicletas blancas,  cuya esencia radicaba en generar distintas sensaciones y despertares a la sociedad que parecía adormecida, mediante la provocación, las preguntas, las intervenciones en la ciudad, panfletos y revistas; algunos de estos planes eran elaborados minuciosamente, otros surgían de instantes de inspiración. “Parecía que proponer un Plan Blanco era casi un examen necesario para convertirse en un Provo”, dice Grootveld






Los planes blancos mas destacados eran los siguientes:
Plan de la Bicicleta Blanca:
El plan previa el cierre del centro de Ámsterdam para todos los que anduviesen con vehículos motorizados, incluyendo motos. La idea era hacer con que por lo menos 40% de las personas usasen el transporte público de la ciudad. Los taxis eran aceptados, siempre que fuesen movidos a electricidad y que no pasaran de 25 km/h. El plan previa la compra, por el gobierno municipal, de 20 mil bicicletas por año, que deberían ser repartidas por la ciudad para uso público. Como el plan no fue aceptado por la municipalidad holandesa, los Provos resolvieron armar el plan a su manera; reunieron más de 50 bicicletas, las pintaron de blanco y las repartieron por la ciudad.

Plan del Cadáver Blanco;
Proponía que, a cada muerte por atropellamiento en Ámsterdam, el asesino en cuestión, bajo escolta de la policía, debería pintar en el asfalto los contornos del cuerpo de la víctima donde se produjese el accidente, de este modo, nadie podía ignorar las muertes que causaban los autos.

Plan de las Gallinas Blancas;
Buscaba una reorganización de la policía de Ámsterdam y proponía la transformación de la policía en un trabajador social. Para eso, tenía como objetivos como que la policía anduviese desarmada y sobre bicicletas blancas.

Plan de las Chimeneas Blancas;
Quería la cobranza de una multa para quien contaminara el aire con sustancias radioactivas y tóxicas y la construcción obligatoria de incineradores, además de la pintura de blanco (claro) de las chimeneas de los mayores contaminadores.

Plan de las Mujeres Blancas;
Exigía la creación de clínicas públicas que ofreciesen, gratis, consejos y anticonceptivos para mujeres a partir de los 16 años. Y argumentaban también, para el bien del control poblacional, que era imprescindible para la sociedad que las mujeres no se casarán vírgenes, y si que experimentasen bien antes de casarse y tener hijos.

Plan de las Moradas Blancas;
Proponían que el Estado interviniese en la especulación inmobiliaria, frenándola, y que los edificios desocupados – mientras estuviesen en la espera de alguna acción de sus dueños o incluso del poder público – fuesen disponibilizados gratuitamente para habitación temporaria de quien lo precisase.

El tema es para seguir desarrollando, pero por una cuestion de practicidad y de tratar de mostrar de la mejor manera este tema, decidi partirlo en dos. por ahora esto alcanza para conocer un poco mas de los hechos y personajes y acciones que de una manera u otra dieron forma a nuestra actualidad.


26 oct 2011

Borges


 “No sé por qué me valoran. Lo único que yo hago es ver asombro donde los demás ven costumbre”

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23 oct 2011

Albert Bandura


Uno de los conceptos más interesantes expuestos por Albert Bandura es el de aprendizaje activo (aquellos conocimientos que se adquieren al hacer las cosas), el cual contrasta con el de aprendizaje vicario, que es aprender observando a los otros. Por el solo hecho de ver lo que otros hacen y las consecuencias que tienen por su comportamiento, se aprende a repetir o evitar esa conducta. Lo que propone es que no todo el aprendizaje se logra experimentando personalmente las acciones.
Bandura también dice que al ver las consecuencias positivas o negativas de las acciones de otras personas, las llevamos como si fueran nuestra propia experiencia en otras circunstancias.
Son muchos los ejemplos de cómo los niños observan e imitan a sus padres y aprenden de lo que les sucede a sus hermanos, cuando éstos son regañados o premiados, y entonces rigen su actuación con base en sus observaciones. Así se aprenden los valores y las normas sociales —que son adecuadas o no según cada cultura-, cómo manejar los impulsos agresivos, cómo prestar y compartir las cosas, por mencionar sólo unos ejemplos. Estos procesos se dan toda la vida.
De lo que se pude llegar a desprender, que al hacer lo que hacen otros también perdes la individualidad y la creatividad propia.



acá les dejo un video sobre el tema




Y sin desviarnos del tema pero aportando desde otro lado esto mi hizo acordar a una anécdota que contaba un periodista que lo había entrevistado a Jorge Luis Borges en varios oportunidades y contaba lo sucedido cuando recibió el Premio Cervantes en 1979. 


"...En la capital española recuerdo que en la cena de gala, los mozos le preguntaron a María Kodama cuál era la comida preferida del premiado. “A mí me gusta la comida seca, no mojada”, repetía él. Por eso comía todos los días arroz. Entonces María pidió una paella. Así fue como llegados los postres, una periodista de la Televisión Española se le acercó a Borges y le pidió una sola respuesta: “¿Qué le pareció la paella, señor Borges?”. Y el galardonado contestó: “Me parece que está bien porque cada arroz ha mantenido su individualidad”.  "





13 oct 2011


17/08/06

Hola, como estas? Te escribo para contarte como me fue en las vacaciones. Bueno, en realidad vacaciones es una manera de llamar mi estadía en otro lugar, en otro país tan cerca de acá que creo recordarlo. Siempre tuve el error de prejuzgar, y sobre todo con cuestiones relacionadas a las diferentes regiones. Sabrás o mejor dicho recordarás lo intolerante que fui siempre, y por lo tanto imaginarás que esto ha ido en aumento con el pasar del tiempo. Haciendo esta salvedad y para ir al grano y no dar tanta vuelta con datos que no aclaran ni ayudan a comprender el marco de la situación, avancemos. La verdad fue que lo pase mejor de lo que pensaba, no por la cantidad de prostitutas con las que estuve ni siquiera por la calidad de los estupefacientes de todo tipo que consumí, no por nada de eso, sino por la actitud fraternal de la gente, su visión de la vida, sus anhelos mas preciados y sus sueños intactos a pesar de vivir en constante desgracia. Ellos ríen, y otros (los menos) lloran, pero todos están unidos como cualquier pueblo debería estar. Y eso me hizo reflexionar, me hizo pensar cuanto tiempo había perdido pensando en conceptos errados.
Mi pensamiento fue tanto mas allá que la cosa no terminó bien, y te digo por que. En realidad no te digo porque, sino que me dieron la oportunidad, breve, muy breve de poder expresar solamente con un gastado lápiz y tres hojas de papel, lo que yo quisiese. Como te habrás dado cuenta las otras dos hojas las tuve que usar para otra cosa y solo me quedó esta para poder comunicarme, y decidí que esa persona fueses vos. No tengo un motivo en particular. Seguramente si me pusiese a recordar y a distorsionar la realidad y más aún el pasado, encontraría montones de razones, pero te imaginaras que no tuve el tiempo para poder pensar con la claridad que hubiese querido.
Bueno, la hoja se acaba, por fortuna para vos y por desgracia mía.
No creo que vuelva a tener la oportunidad de hacer esto nuevamente, por lo tanto, esta termina siendo mi obra, la que elegí yo para trascender en el mundo. No puedo decir que lo busqué, porque ni siquiera lo intenté, pero en algún momento, me di cuenta que quería que alguien se de cuenta que estuve acá, que no fui un mal sueño, o un dibujo no terminado. Existí, viví, reí.





11 oct 2011

Siguiendo con la tematica que se publico sobre la enajenación, acá les dejo es un aporte de una gran amiga que con gran sapiencia y sabiduría colabora en esta oportunidad; con anterioridad me había convidado de sus conocimientos sobre este tema en particular, y esta vez le pedí si podía repetir para compartir con todos ustedes. Acá les dejo estos escritos que tanto disfrute aquella vez y que espero sean disparadores como fueron y  continúan siéndolo para mi:

En el desarrollo de la mayor parte de las civilizaciones es evidente un conflicto interno que proviene del antagonismo entre vida y forma. El movimiento vital creador en una civilización tiende a expresarse en las leyes, en la tecnología, la ciencia, la religión y el arte. Aunque el propósito de estas expresiones sea el de complementar y proteger la vida que las engendró, revelan una tendencia inmanente a seguir una dirección y ritmo propios, independientes y separados de las energías vitales que les dieron origen.

La existencia del hombre como su preocupación por llegar a ser lo que es y de ser lo que deberá ser, hace que el hombre, para existir, debe lanzarse hacia su propio ser.

El hombre se siente condenado a ser libre, pero cuando trata de rehuir las decisiones a que se enfrenta, en realidad está tratando de escapar de sí mismo. Quiere escapar de los que no puede huir. Es tan profunda su angustia en que ya no está comprometido consigo mismo sino en que puede seguir las elecciones de “los otros”, de ese colectivo anónimo llamado “ellos”. Debe dejar de ser él mismo, debe enajenarse de su propio ser.

Está enajenado de sí mismo porque al huir de sí deja que su existencia se precipite en la inautenticidad de la mas anónima.
La enajenación surge cuando el hombre no se reconoce en los productos que él mismo crea y cuando estos productos o creaciones suyas lo doblegan y deshumanizan.
A Marx le preocupa liberar al hombre de un trabajo enajenado que destruye su individualidad transformándolo en una cosa o esclavo de un sistema o máquina.





24 jul 2011

El día en que todo cambió.

Llegaron seres desde otro mundo, ese otro mundo que no sabemos bien donde queda, ni como es, ni quienes lo habitan.
Lo menos que podemos pensar es lograr una comunión que nos hermane, evitando así el riesgo de ser sometidos al instante. Luego, y tal vez la parte mas difícil de todo esto, será sostener esta actitud durante la mayor cantidad de tiempo posible, tal vez el tiempo necesario para poder generar una contraofensiva que nos elimine a los extraños y nuevos habitantes del lugar, para poder volver de esta manera, a la humanidad tan deseada y temerosa de lo extraño.
No estaría de mas mencionar el famoso, “no sabes lo que es hasta que te pasa”, como tampoco estaría de mas mencionar, que tal vez no haya nadie del todo capacitado para poder enfrentar este asunto solamente con voluntad y valentía.
Durante días pensamos que solo era cuestión de un corto periodo de tiempo, sin especificar con exactitud cuanto, pero en algún momento nos dimos cuenta que fuera cual fuera ese periodo, (para cada uno imaginado de diferente manera), ya había pasado hacia bastante tiempo atrás.
Otra vez nos vimos enfrentados ante la adversidad, pero sobre todo al miedo y a la pasividad, que es lo que hace que seamos quienes somos y estemos donde estamos.
La pregunta es, cuanto tiempo pasaría hasta que esto dejara de ocurrir, ya sea de manera involuntaria o tomando acciones. Sea cual fuere el resultado, la pregunta nunca estuvo planteada, y por lo tanto y de manera obvia, nunca respondida.
No puedo parar de imaginar como eran las cosas antes, y en ese momento recuerdo a los mas viejos que tanto repudiábamos, repitiendo que antes estaban mejor; pero eso no mejora las cosas, de hecho tal vez las empeora. ¿De que nos sirve recordar como estuvimos, si ni siquiera podemos entender como estamos?
Me sirve cuando pienso en las personas que dejamos de ver, en las nuevas que conocimos, en los que murieron un años antes de jubilarse, en los que nunca trabajaron y nunca lo harán; y en esos recuerdos también están los míos, y los de los demás que están conmigo acá, pudiendo, o tratando, de contar esta historia, que es, ni mas ni menos, el principio de todo.




14 jul 2011

Buenos Aires, recorrida a pie

Mingo y su esquina. 
Boedo y Agrelo

Estimo que habrá pagado por tener ambos semáforos en rojo a la vez.





3 jun 2011

Jonathan amaba el rock. Le encantaba componer aunque sentía que no tenía ningún talento para ello. Había escrito cientos de canciones y melodías, pero no había caso. Cansado y frustrado de no poder avanzar, empezó a buscar trabajo. Como escribía bien, le surgió una oportunidad en una revista de rock, la Rolling Stone. Aún sabiendo que no era un camino para convertirse en músico, ese empleo le permitiría estar cerca de su pasión, y en algún sentido, sublimarla.
El tiempo fue pasando y Jonathan, pese a sentir que no hacía nada por encauzar su vocación de compositor, estaba contento con lo que hacía. Prefería no hurgar mucho en su interior, para no toparse con la enorme frustración de sentir que era incapaz de componer algo bueno.
El viernes 5 de diciembre de 1980, su jefe lo mandó a realizar una entrevista a un músico que vivía el Upper West Side en New York. La entrevista duró varias horas, en las que Jonathan pudo indagar en profundidad todos los temas del entrevistado.
Como el músico había estado muchos años sin componer nada, Jonathan le preguntó si las canciones de éste último disco le habían resultado fáciles de hacer.
-”No creas; de hecho tardaron cinco años en salir. ¡Cinco años de constipación, y tres semanas de diarrea!”, fue la síntesis del músico en relación al largo y difícil proceso creativo que había tenido que atravesar para parir su nuevo disco.
Jonathan le preguntó cómo habían sido los años en que componía con mucha facilidad. La sincera respuesta de John -el entrevistado-, lo dejó paralizado: -”Me la paso quejándome de lo difícil que es componer o de cuánto sufro cuando escribo, al punto de que cada canción que compuse fue una tortura”.
-¿ Pero, la mayoría fue una tortura? repreguntó Jonathan sin poder dar crédito a lo que escuchaba.
-”Totalmente. Siempre pienso que no me va a salir nada, que es una mierda, que es pésimo, que no funciona, que es una cagada; incluso cuando sale, pienso: ¿Y esta porquería qué es, igual?”, fue la lapidaria respuesta del músico.
A esta altura del reportaje, Jonathan se sentía como aliviado. Así y todo, temiendo que fuera una falsa modestia de su entrevistado, decidió provocar al músico recordándole que tenía una extensa y fecunda carrera, con muchísimos discos realizados, e infinidad de canciones exitosas.
John se mantuvo inconmovible, con la serena firmeza que genera la verdad. -”Salvo esas diez canciones, más o menos, que los dioses te otorgan y que salen de la nada, el resto fue una tortura…”
Casi desconcertado, Jonathan recordó aquella historia zen en la que un rey encargaba un cuadro a un pintor, pagándoselo por adelantado. Luego de un año y como el cuadro nunca aparecía, el rey envió un emisario a reclamarlo. El pintor se puso a pintar el cuadro en ese mismo momento. Cuando después de unos minutos lo terminó y entregó, el delegado del rey protestó diciendo: -”su majestad le pagó una fortuna hace un año, y usted se digna a pintarlo en instantes?” El pintor le respondió: -”es cierto, pero me pasé diez años pensándolo…”
Terminada la entrevista, cuando Jonathan dejó el edificio Dakota, estaba entre aturdido y liberado. Se sentía menos solo, ya que él no era la única persona que tenía problemas para componer. Reflexionó que si semejante músico tenía tamaños problemas para escribir, él debía retomar su vocación pero sabiendo que la tarea era muy difícil e incierta, y que por ende tendría que aprender a convivir con grandes niveles de frustración.
Se preguntó si acaso él no tendría igual o más talento que su entrevistado, sólo que nunca llegaba a expresarlo, porque su intolerancia a la adversidad lo hacía abandonar el camino prematuramente.
En el torbellino de cuestionamientos que pasaban por su cabeza, pensó que tal vez, el gran talento de ese músico no era lo que expresaba en sus letras y canciones, sino poder persistir y no frustrarse ante la gran adversidad e incertidumbre del proceso creativo.
En un abismo de preguntas sin respuestas, se sinceró asumiendo que si bien los procesos artísticos son particularmente inciertos, misteriosos y frustrantes, la vida también lo es. Y en la necesidad de poder seguir adelante pese a la adversidad, pese a la negatividad, pese a la incertidumbre.
Se sintió diminuto, al lado del gigante que acababa de entrevistar. Comprendió que la diferencia era esa: poder seguir adelante. Se preguntó si esa estrella de rock no era en realidad un dios.
Jonathan nunca imaginaría que sólo cinco días después, el 10 de diciembre de 1980, su entrevistado John Lennon sería asesinado por un fanático, y que aquella entrevista sería la póstuma, publicada por Rolling Stone 30 años después.




el pellizco

17 may 2011

Siento los clásicos dolores que la gente comenta anteriores a la muerte. El silencio que la anuncia es corto pero reconocible.
Cual es la razón de esta maldita comunión? Hombre-maquina-yo-computadora.
Mi estructura ósea pareciera pender de un hilo. Mis articulaciones dejaron de serlo para convertirse en un dolor mas, uno mas...
Ante esta situación, lo mejor, pensé, debe ser el reposo, la pasividad... aunque nada de esto termina de saciar mi sed de salud y de que la vida me de otra oportunidad.


13 may 2011

Carlos Frattini

Les paso una historia muy interesante que descubrí hace unos años atrás, espero la disfruten, es larga pero el que pueda lo invito.
Me tome la libertad de borrar algunos pasajes del original de H. Cecchi para hacerlo mas ameno. Es una historia real. 


Raúl Soldi descubrió en la cárcel de Villa Devoto que el mejor ladrón de casas y joyas del país era, a la vez, un brillante retratista a lápiz. Esta extraordinaria conjunción de talentos le fue revelada al gran pintor argentino en la capilla de la prisión, cuando entre los cuadros que habían hecho los presos surgió un impresionante retrato de Borges. Averiguó de inmediato quién era el autor y luego quiso comprárselo. Pero Carlos Frattini, dueño de esas raras habilidades, le dijo la verdad: significaría para él todo un honor que el maestro lo tomara como un regalo.
"Me gustaría verlo cuando salga en libertad", le respondió Soldi. Y cumplió con su palabra. Lo apadrinó y lo ayudó para que hiciera una exposición de dibujos en el centro de Buenos Aires: ese día Frattini tuvo sus quince minutos de fama. Vinieron de la radio y la televisión, le hicieron notas para una revista, y conoció, entre canapés, a grandes personajes del arte y del espectáculo. Soldi le recomendó que, con semejante talento, se dedicara a dibujar día y noche, pero la vida en libertad no era tan sencilla. Al cabo de un tiempo, Frattini desilusionó al maestro y volvió a su viejo oficio: el de "escruchante".
La novelesca desventura de Frattini, que pasó 23 años en la cárcel, comenzó mucho tiempo atrás. Específicamente en julio de 1931, cuando su madre murió al darlo a luz y su padre lo regaló a una familia de Pompeya. Ese padre jamás le perdonó aquella muerte, pero cuando volvió a casarse regresó intempestivamente, dos años después, para recuperar a su hijo y llevárselo por la fuerza a un conventillo de La Boca. Alcohólico y golpeador, un día el padre inició un pleito en la mesa y echó al chico de siete años de la casa. Frattini deambuló toda la noche por las calles de Constitución y en un edificio de cinco pisos descubrió que bajo las botellas vacías de leche los vecinos dejaban monedas para el repartidor. Juntó las monedas que pudo, entró en un bar, se compró un diario, pidió un tazón de café con leche y medialunas, y desayunó como un hombre, a pesar de que casi no sabía leer y de que sus pies no le llegaban al piso.
Mientras estudiaba en una escuela y se aficionaba secretamente al dibujo, Frattini trabajaba como vendedor de carne y pescado, canillita y mandadero. Una madrugada su padre lo hizo subir a un barco, quitarse la ropa y colocarse diez relojes en cada brazo para pasar de contrabando. Otro día el hombre volvió enfurecido y asustado porque había sido despedido de la empresa, y llevó a su hijo hasta la calle Tacuarí, apalabró a un funcionario y lo dejó solo y sin explicaciones en ese caserón oscuro: un reformatorio.
En esa escuela del delito, donde intentó fugas y recibió garrotazos, aprendió los códigos tumberos. A los quince años aprovechó el descuido de una mujer y le robó todo lo que llevaba en el auto mientras ella hacía un trámite. Al revisar sus bolsos encontró un fajo gordo de billetes. Más tarde entró como cadete en una boutique de la calle Florida, y se reencontró con un ex compañero de la Tumba. De una cartera arrebatada sacó una dirección y unas llaves, y entró cuando no había nadie en un departamento de Cabildo y se llevó efectivo, oros y brillantes.
Así anduvo un tiempo, en su doble vida, viviendo en una pensión y haciendo plata como podía. Hasta que conoció en un bar a una viuda que le llevaba veinte años y que se volvió loca de pasión por aquel joven vigoroso. Ella vivía en Pueyrredón y Santa Fe, tenía una excelente renta, y lo convenció de abandonar la boutique y dejarse llevar por la vida. Se dejó llevar. La dama le compró ropas, lo invitó a los mejores restaurantes, lo llevó de viaje, lo animó a que dibujara y al final le reveló que tenía cáncer y que se iba a morir.
Se murió nomás, y Frattini quedó en Pampa y la vía. Empezó de nuevo en la calle y en la soledad más absoluta, porque su padre no hacía más que expulsarlo de su lado y caer preso. Siguiendo el ejemplo paterno, contrabandeó mercadería y fue rebuscándosela para salir adelante. Cuando le empezó a ir demasiado bien unos policías lo secuestraron, lo metieron en una casa y le dieron picana hasta hacerle prometer que lo vendería todo y que les entregaría el botín sin chistar. Se los entregó, y tuvo que volver a las yales y a las "petisas", las llaves que más se utilizaban en aquellos años ingenuos.
Los escruchantes eran, en esos tiempos, amigos de lo ajeno que jamás usaban pistolas ni cuchillos ni violencia. Y tampoco ganzúas: Frattini cargaba en la cintura, tapados por el saco, dos pesados llaveros. Probaba una tras otra y rara vez se le resistía una cerradura. Aprovechaba la hora de la siesta, donde los vecinos están en el trabajo y los porteros descansan, para entrar en edificios céntricos y opulentos. Robaba todo lo que tenía valor, y revendía el oro y las joyas en la calle Libertad. Así de simple. Con mucho riesgo y adrenalina, pero sin producir rasguños ni daño personal.
Nunca le gustaron las armas a Frattini, pero aceptó guardarles dos pistolas a unos ex compañeros de correrías. Una mañana se encontró con el cañón de una 45 en la frente. Era otro grupo de la Federal: alguien lo había "vendido" y cuando lo sacaron a golpes de la cama encontraron bajo el colchón las dos armas de guerra.
Fue a parar por primera vez a Devoto, donde se reencontró con otro ex compañero del reformatorio, un chico rubiecito a quien un preso viejo codiciaba. "Mirá la rubia qué buena que está", dijo el matón. Frattini tomó un calentador de querosén y le partió la cara. El matón fue al hospital del penal y Frattini a una celda asfixiante, pero entre esa muestra de fuerza y la versión jamás desmentida de que en la calle andaba calzado con dos pistolas de grueso calibre, nadie volvió a molestar al escruchante. 
Eran otras épocas. Prácticamente no existía la droga y se respetaban ciertas reglas de honor interno. "Cuando escuchábamos que un ladrón moría en la calle se apagaba la radio, no se oía música y guardábamos luto en Devoto -cuenta-. Hoy no hay respeto ni códigos. Hay paco. La droga y la corrupción pudrieron todo." El escruchante presenció fugas y peleas, y salió libre en 1955. Intentó una y otra vez que su padre lo aceptara nuevamente en su casa, porque adoraba a su madrastra y a sus hermanas. Pero siempre el hombre se interponía y le cerraba la puerta en las narices.
Cuando recuperó la libertad se dedicó a pulir hasta la perfección el arte del escruche. Operaba en las zonas de Barrio Norte, Palermo y Caballito. Lo hacía de 13 a 16, sin francos, desvalijando departamentos lujosos y casas solitarias. Tenía, de vez en cuando, algún tropiezo: una vecina que volvía antes de tiempo o un portero empeñoso. Pero la cosa no pasaba de un empujón y una corrida. Los amigos de la calle Libertad pagaban bien la reventa, y Frattini se compró trajes caros y un Cadillac convertible. Para ese entonces había podido ahorrar un millón de pesos, y pensaba seriamente en invertir en un negocio legal y abandonar el yeite. Pero la ambición lo perdía, y no lo dejaba soltar ese fierro caliente: cuando no robaba se sentía culpable, como si estuviera en falta. Como un trabajador adicto que sufre en los fines de semana largos. 
Frattini andaba de novio con una mujer a quien le decía que era un próspero comerciante. Y estuvo incluso a punto de creérselo: quería casarse. Una tarde iba para el cine, pero no pudo con su genio y entró en un edificio de Moreno y Piedras. Había efectivo y joyas, y un valioso reloj de bronce sobre la cómoda. En eso estaba cuando seis policías irrumpieron en el lugar y lo detuvieron. "Te salvaste porque no llevabas encima ni un cortaplumas", le dijeron. Si lo hubiera portado no contaba el cuento: "Te boleteábamos". Le estuvieron dando puñetazos y patadas tres días. Perdió la novia, el Cadillac y los ahorros, que fueron a parar a sus abogados. Terminó en Devoto, donde lo recibieron con apremios ilegales y con treinta días en solitario, a pan y agua, y con un frío paralizante.
Cuando llegó al pabellón, se acomodó como pudo y comenzó a hacer retratos: los presos le daban la foto de la novia o de la madre, y le pedían un dibujo. Frattini les cumplía y canjeaba sus retratos fidedignos por alimentos. Junto con un amigo comenzó a enviar cartas al correo de una revista brasileña. Lo hacía por diversión y para levantarse chicas. Firmaba Carlos Alberto del Solar Frattini y decía que era estudiante del barrio de Devoto.
Las respuestas que venían eran escandalosas. Hubo un momento en el que algunas mujeres se les declaraban enamoradas, y había que decirles que ellos estaban presos. Eso no hacía mella, sin embargo, en el corazón femenino. Al salir, Frattini fue en busca incluso de una de ellas. Eran romances postales, pero romances al fin. Viajó a Uruguay para eso, y para hacer de paso algunos "trabajos". Cuando salía de un chalet lujoso lo esperaba un pelotón de policías orientales. Se lo llevaron, lo pusieron sobre el elástico desnudo de una cama y le dieron horas y horas de picana eléctrica. Estuvo tres meses preso y al regresar a la Argentina conoció a Graciela, una mujer en serio, y se casó con ella a fines de 1968 con la idea de abandonar la mala vida.
No tuvo, por supuesto, la voluntad para hacerlo. Y hasta aprovechaba las vacaciones playeras con ella para robar chalets y mansiones en la costa. Finalmente, cuando la comedia fue insostenible y ella quedó embarazada, Carlos le dijo a Graciela la verdad. Su esposa estuvo todo un día en silencio, tratando de asimilar el golpe, y al final le dijo que lo amaba, pero que debía ponerle fin a su carrera.
Al nacer su hija Clara, la presión por enmendarse aumentó. Una mañana, leyendo el diario, Carlos descubrió una nota titulada "Emulos de Raffles", donde se lo acusaba con nombre y apellido de haber robado dos joyerías. No era cierto, pero parecía que toda la policía del país lo andaba buscando. Estuvo escondido un tiempo, lleno de paranoias, y luego volvió a las andadas.
Su mujer no preguntaba demasiado: Frattini robaba casas en Buenos Aires, en Mar del Plata y en Punta del Este. Tuvo dos años de "trabajo" intenso y aunque lo capturaron dos veces, pagó a los policías bajo la mesa y siguió adelante. Pero la tercera fue la vencida: un comisario que quería ascender ordenó picanearlo hasta dejarlo agonizante. Seguían con la idea de que había cometido el robo más grande de la década. Los investigadores de todas las brigadas desfilaban para verlo como si fuera un animal exótico. Graciela y Clarita, abatidas por la situación, lo visitaban en la sombra.
Frattini, muerto de vergüenza, volvió a las ranchadas y a los dibujos. Fue durante aquellos años en los que Raúl Soldi se interesó por su trabajo de retratista, y cuando al regresar a la calle intentó ser pintor y vivir honestamente de las artes plásticas. Graciela quedó de nuevo embarazada y dio a luz a un niño: Hernán.
Se les venía encima la dictadura militar, y Frattini no podía mantener a su familia vendiendo un cuadro por mes. Le dijo a Graciela que lo había contratado una inmobiliaria y volvió a los llaveros. Y después de una infinidad de desventuras, a la comisaría, a la picana, a las palizas y a la cárcel por grave reincidencia. La condena era inapelable: once años de prisión. Frattini le pidió perdón por última vez a Graciela, y ésta llevó a los chicos a la segunda visita, les pidió que se despidieran de su padre y cuando Carlos vio que se iban se dio cuenta de que lo hacían para siempre. Las rejas se cerraron, y el escruchante tuvo la lucidez de entender que había perdido a su familia, y que no tenía nada.
La soledad que había sentido aquellos primeros días de su infancia, y que no lo había abandonado nunca, se había hecho profunda, amarga y lacerante. 
No se ahorró nada. Vivió su penitencia en esa catedral de la miseria, el vicio y la crueldad. Y fue trasladado al cabo de varios años a la Unidad 9, un penal federal de máxima seguridad que queda en Neuquén. Viejo y domesticado, sin el glamour ni la picardía ni los ánimos de antes, Frattini fue puesto en libertad un día, beneficiado por su buena conducta. Lo dejaron en esa ciudad desconocida. No tenía más que un bolsito y un teléfono: Graciela le respondió que no quería verlo más. Carlos se hizo cocinero y dibujante, buscó y buscó un trabajo estable y jamás volvió al robo ni al hurto. La policía lo acosaba cada tanto y le quería colgar algún sambenito, pero Frattini se mantuvo limpio y fuera del delito. 
Hizo amigos decentes y verdaderos en la Patagonia y a la primera de cambio viajó a Buenos Aires en micro y trató de que le permitieran ver a Clarita. Tampoco lo consiguió. Le dejó un ramo de flores en el umbral de su casa y al día siguiente volvió a la carga: sabía que estudiaba en un secundario comercial cercano a una boca del subte. Recorrió todas las escuelas de la Capital que estaban cerca de alguna línea subterránea. Preguntaba y preguntaba, y nadie la conocía.
En plaza Lezica, unos jubilados le hablaron de un colegio a cinco cuadras de la estación Río de Janeiro de la línea A. "Estoy buscando a mi hija -le dijo a la directora-. Hace casi siete años que no la veo. Vengo desde Neuquén solamente para verla." La portera trajo a Clara Frattini a la dirección. Carlos no podía abrir la boca. "Su padre quiere hablar con usted", dijo la directora. La chica posó sus ojos en Carlos y le dijo: "Hola, papá". El curtido ladrón de casas se quebró en un llanto largo y la abrazó: "Nunca quise abandonarlos, te lo juro -le decía-. Te lo juro".
Lo conocí a Carlos Frattini cuando yo era todavía un cronista policial de paso por el Sur. Estuve cinco años viviendo en esa ciudad, y cuando leí su testimonio, conocí a la gente que lo quería y vi los dibujos que trazaba, sentí una irresistible simpatía por aquel perdedor.
Durante años planificamos un libro que nunca escribí, y que iba a tratar de explicar, sin justificación alguna, cómo la delincuencia se forja en la primera niñez y por qué luego se transforma en un laberinto sin salida. Frattini me enseñó de paso muchas cosas sobre ese mundo lleno de héroes y canallas. Donde a veces los héroes hacen grandes canalladas y los canallas son capaces de actos heroicos. Donde en ocasiones, no se trata de una lucha de buenos contra malos. Sino de malos contra peores. Y donde las cosas nunca son lo que parecen.
Se enamoró de una viuda con hijos llamada Cristina, y tardó mucho en atreverse a revelarle su pasado. Cristina lo aceptó tal como era: ahora sus nietos le dicen "abuelo". Carlos lleva 25 años alejado de las cárceles y de los robos, 18 años de feliz matrimonio y 12 años de empleado ejemplar del Patronato de Liberados de Neuquén. En esa dependencia oficial, durante los primeros tiempos, Frattini se reunía con reclusos y ex convictos. A todos trataba de convencer de que el delito era mal negocio. Les mostraba, como si fuera una ecuación matemática, que en esas actividades se perdía más de lo que se ganaba, y que eso ponía en discusión quién era verdaderamente el vivo y quién era un gil.
Hizo varias exposiciones con sus dibujos sombríos y a la vez vivaces, su cuadroMesa de café estuvo colgado en el Palais de Glace y ahora intentan hacer un documental sobre su periplo.
No fuma, no bebe, está a punto de cumplir 78 años, se siguió viendo con su hija Clarita y hace unas semanas recibió una llamada sorpresiva. Su hijo Hernán, que jamás había querido verlo, telefoneó a su casa de Cipolletti. Frattini hacía rato que había perdido las ilusiones. Los mensajes que le enviaba a través de Clara caían en saco roto y Carlos no quería forzar ningún encuentro.
Después de 33 años de silencio y ausencia, Hernán le dijo: "Mirá, papá, hay cosas que todavía no me cierran de vos, pero nos vamos a ver. Sólo que me tengo que preparar". Frattini, con lágrimas en los ojos, le respondió: "Yo tengo toda la culpa. Toda, toda. De lo único que no tengo la culpa es de haberte abandonado, hijo. Porque no te abandoné. Créemelo". Hernán le dijo simplemente que lo volvería a llamar. Cuando colgó, Frattini se quedó mudo, mirando la pared. El precio es tan alto. Es tan alto que no hay negocio que lo pague, muchachos.
Si ahora pudiera retratarse a sí mismo, con aquella pericia que Soldi tanto admiraba, Frattini se dibujaría en esa misma posición. Taciturno. Esperando aquella llamada que no termina de llegar.


“Te ponías nervioso porque te estabas jugando la libertad por sobre todas las cosas”








"Yo escribo, porque si no me hubiera muerto, para buscar el sentimiento de la existencia."
Ernesto Sabato






3 may 2011

Enajenación

"¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a sí mismo, sino a otro. (...) Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo."
Karl Marx

28 abr 2011

(...) Un ejemplo, que nuestros académicos podrían imitar, es el de la Universidad de la República Oriental del Uruguay, que desde hace 65 años obliga a sus estudiantes de arquitectura a realizar un viaje de estudios de nueve meses de duración por los cinco continentes, como exigencia ineludible para recibir el tan preciado título universitario.
Es una universidad pública y gratuita, y la forma de solventar este costoso viaje se sustenta en un principio básico: la solidaridad. Los alumnos del penúltimo y antepenúltimo año de la carrera deben vender rifas, y con ese dinero realizan su viaje los alumnos del curso superior.
Este mecanismo permite que año a año cientos de estudiantes de arquitectura partan rumbo a las Américas, Europa, Asia, Africa y Oceanía a ver arquitectura, de la patrimonial y de la contemporánea, y así puedan apreciar con sus propios ojos las mejores expresiones del arte de construir, y vuelvan a su país para terminar sus estudios. Para ello, deben desarrollar de principio a fin un proyecto arquitectónico completo, y demostrar que pueden aplicar con solvencia lo que han estudiado y observado.
A partir de eso hicieron un documental:
http://www.gon-lo.com/65viajes/65viajes.html

y acá el resto de la nota: m2

27 abr 2011

No soy de aquí ni soy de allá

Jorge Cafrune, fue un argentino, cantante folclórico, también incansable investigador, recopilador y difusor de la cultura nativa por lo que pude enterarme. Hijo de inmigrantes del Líbano y Siria; creador de Zamba de mi esperanza. 
Cafrune era más peligroso con una guitarra que un ejército con armas según dijera López Rega. 
Leí que hacía tiempo Jorge le había pedido a Facundo Cabral con quien frecuentaba, que le compusiera un tema, y la promesa no se cumplía. Esa noche, Jorge le vuelve a pedir el tema, y Facundo toma la guitarra y comienza "No soy de aquí, no soy de allá..." La cantó entera, improvisada, de la nada.
Al otro día, Jorge pide la letra, y Facundo dice, en medio de la resaca, que no recuerda nada. Por fortuna, alguien que estaba allí grabó la canción en una grabadora casera. 
Sinceramente no conozco la veracidad de la historia, aunque he tratado de chequearla por varios lados.
En uno de esos tantos pueblitos que recorrió fue donde conoció y promovió a un joven cantor llamado José Larralde; en 1965 en Cosquín, sin conocimiento de la organización presentó a una cantante tucumana llamada Mercedes Sosa.
La madrugada del 31 de enero de 1978, cuando marchaba a caballo rumbo a Yapeyú para depositar un cofre con tierra de Bolougne Sur Mer en homenaje al general Jose de San Martín, el folklorista Jorge Cafrune fue atropellado por una camioneta. Quedó demasiadas horas tirado en la ruta con las costillas incrustadas en los pulmones, y al día siguiente falleció. A la camioneta y a su conductor se los tragó la noche: sólo pudo saberse un nombre (Héctor) susurrado por los habitantes de Benavídez.
Acá les transcribo la letra que nos convoca



NO SOY DE AQUI NI SOY DE ALLÁ (Facundo Cabral)
(Versión de Jorge Cafrune)

Me gusta el sol, Alicia y las palomas,
el buen cigarro y las malas señoras,
saltar paredes y abrir las ventanas,
y cuando llora una mujer.

Me gusta el vino tanto como las flores,
y los conejos, pero no los tractores,
y el pan casero y la voz de Dolores,
y el mar mojándome los pies.

No soy de aquí..., ni soy de allá,
no tengo edad, ni porvenir,
y ser feliz es mi color de identidad.

Me gusta estar tirado siempre en la arena,
en mi matungo perseguir a Manuela,
o todo el tiempo para ver las estrellas,
con la María en el trigal.

No soy de aquí..., ni soy de allá,
no tengo edad, ni porvenir,
y ser feliz es mi color de identidad.







"En esto que se suele llamar artístico, hay dos formas de concebir la vida: el hombre que piensa en la farándula, en la fama, en el brillo, en la creencia de que es un hombre extranormal , y nosotros, que somos del campo, que nos gusta cantar, andar por los pueblos, analizar la vida." 
Jorge Cafrune


21 abr 2011

Buenos Aires, recorrida a pie.

Caminar por la ciudad que habitamos, en este caso Buenos Aires, es una experiencia placentera y gratificante que ya he tomando como costumbre a lo largo de los años. El tiempo genera mutaciones constantes y nuevas miradas sobre la existente; la ciudad se va formando y transformando una y otra vez con nuestra participación activa, inconciente.
Esta regular actividad me llevó a registrar mediante imágenes y textos lo que simplemente estaba ahí, esperando para ser observado, analizado. Detenerse y rever lo que esta ahí, lo que ya fue pensado por alguien, ahora es reflexionado por el otro, asimilándolo y acomodándolo para luego devolverlo otra vez.
Acá les acerco algunas imágenes de la serie "Buenos Aires a pie". 
Son bienvenidas sus aproximaciones de todo tipo.






“En ese punto en que no se cubren mutuamente lo que hay, lo que se percibe y lo que significa, los arquitectos debemos implantar un objeto que llene de conexiones de sentido a lo que hay, lo que se siente y lo que significa”.
“Partido, Partido, Partido”. Pablo Stulvark